Ricado de Querol en El País se cuestiona: ¿Médicos y enfermeras? ¿O médicas y enfermeros?
Y para ello recaba la opinión de algunos expertos, entre ellos Eulàlia Lledó, autora de Cambio lingüístico y prensa. Problemas, recursos y perspectivas (Laertes, n.º 111).
El debate sobre el sexismo en el lenguaje tiene bastantes capítulos sin resolver, también para los que desde los medios de comunicación nos esforzamos en cumplir la corrección lingüística y la política y a la vez ser fáciles de leer. Cuando uno se refiere como "las enfermeras" a un colectivo mayoritariamente femenino ¿está reconociendo a las mujeres como protagonistas de ese grupo profesional o está relegándolas a ciertos trabajos excluyéndolas de otros? ¿Está violando el plural genérico masculino que exige la RAE? ¿Los enfermeros se consideran incluidos en un colectivo denominado en femenino? ¿Acabaremos diciendo "las médicas" porque ellas ya son más entre los licenciados? ¿Por qué algunas mujeres prefieren presentarse como "médico", en o? Y ¿cómo me refiero al varón que ejerce de matrona? ¿Matrón?
En estos días que el sector sanitario en bloque se está echando a la calle en distintos lugares, sea contra la privatización de hospitales o contra el cierre de urgencias rurales, los medios de comunicación nos referimos a menudo a los colectivos de ese mundo con denominaciones nada neutras. "Médicos y enfermeras" es una expresión más que extendida en el habla popular, en el habla de los propios colectivos involucrados y en los diarios y emisoras. Hay otros casos de colectivos con nombre genérico femenino en el lenguaje real, desde las azafatas a las empleadas de hogar. El motivo es claro: son grupos con predominio abrumador de un sexo, aunque ya no uniformemente femeninas como en el pasado. La tradición ayuda a seguir refiriéndose a las enfermeras, pero ¿será que se perpetúa así un prejuicio?
Ya les conté en otro post (No se ofendan ustedes y ustedas) por qué me niego a utilizar la fórmula "los médicos y las médicas; los enfermeros y las enfermeras", del derecho o del revés. Por farragosa, burocrática, incómoda para el que habla y para el que escucha. El lenguaje no solo debe ser correcto, también bello. Salvo que en algún contexto queramos remarcar que en un grupo hay varones y mujeres, los periodistas tendemos a evitar esa antieconómica disociación. Los manuales de lenguaje no sexista, bienintencionados pero a veces ingenuos, ofrecen como alternativa buscar la palabra que englobe al colectivo sin marcar el género, del tipo "el personal de enfermería", "el alumnado" o "la ciudadanía". Parece demasiado forzado. Del mismo modo nacieron las denominaciones alternativas "tripulantes de cabina" para no decir azafatas, o (mucho peor) la horrible sigla ATS, por "ayudante técnico sanitario", que en vez de dignificar a la profesión parece remarcar su papel secundario. (Coincido con José Saramago en su odio a las siglas." ¿Por qué decimos ONU pudiendo decir Naciones Unidas?", se preguntaba con razón el Nobel portugués).
Entonces la pregunta es: ¿nos vale el plural femenino para el genérico en algunos casos como el de la enfermería? Pues hay distintas opiniones entre los expertos y entre nosotros, los que escribimos este periódico. Tres entendidos en estas cuestiones, Álex Grijelmo, Eulàlia Lledó e Isaías Lafuente, se mojan y responden a la pregunta en toda su complejidad y con mil matices. Lo tienen mucho más claro los académicos: no cabe el plural femenino y punto.
Consultada la Fundación del Español Urgente a través de Twitter, no hay margen posible. "Para el genérico, en español, se emplea el masculino", sentencia Fundéu a mis preguntas (consulta aquí la conversación). En una consulta del año 2009, Fundéu se había mostrado más flexible y citaba el diccionario crítico de medicina de Fernando Navarro para conceder que "en este caso concreto, aquí enfermeras engloba excepcionalmente ambos sexos; en caso de ser necesario un giro neutro se puede usar personal de enfermería". Hoy, a través del tuit, Fundéu desaconseja ese uso. ¿Vale como excepción?, insisto. "Así es, sobre todo en textos tradicionales sobre la materia, pero en contextos generales no suele hacerse".
¿No suele hacerse? En el habla cotidiana pocos aluden a los enfermeros, que existen aunque sean minoría. Busco en la Real Academia Española una rendija abierta al plural genérico en femenino pero no la encuentro. Esto dice la web de la RAE en sus "respuestas a las preguntas más frecuentes": "Este tipo de desdoblamientos [ciudadanos y ciudadanas] son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto. El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones". Vaya. ¿Ni aunque sean 30 alumnas y un alumno?
El periodista y escritor de esta casa Álex Grijelmo, que fue responsable del Libro de Estilo de EL PAÍS e impulsor de la Fundéu cuando era presidente de la Agencia Efe, aporta otros ángulos: "A día de hoy, el genérico femenino se considera incorrecto según las normas de la Academia. Pero eso no significa que sea agramatical. Es decir, una frase como 'las españolas fuimos tratadas injustamente por el árbitro' es perfectamente gramatical aunque la pronuncie un hombre. No será correcta, pero sí gramatical. Desde ese punto de vista, el progreso del genérico femenino no me parece imposible. De hecho, se han observado algunos usos así, como recogía el artículo titulado Jugamos tranquilas, ¿eh?, publicado en EL PAÍS. Usos incipientes, desde luego; pero que pasaron inadvertidos para la mayoría de quienes los escucharon; y que no se recibieron, creo yo, como un atentado lingüístico".
Se refiere Grijelmo a expresiones que se escucharon durante los Juegos Olímpicos de Londres, en los que la mayoría de medallas para España las traían las mujeres. "¡Si ganamos, estamos clasificadas!", decía el narrador Francisco José Delgado en la SER. "¡Jugamos tranquilas, ¿eh?!", se escuchó al entrenador de balonmano femenino.
"Seguramente -continúa Grijelmo- este debate nos resultará más comprensible si distinguimos entre la gramática y el estilo, y entre el significado y el sentido; y si damos al contexto la importancia que tenga en cada caso. La expresión 'queridos amigos y queridas amigas' puede usarse como una cortesía, o como un guiño para no ocultar el papel o la presencia de la mujer. Pero si alguien dice 'hay que perseguir a los ladrones y a las ladronas' quizás entendamos, dependiendo del contexto, que el hablante está dando relevancia a la existencia de alguna delincuente a la que hasta ese momento no se había considerado como tal. El sentido puede ser superior al significado, y es todo más complejo de lo que parece. En cualquier caso, creo que los desdoblamientos artificiales constituyen un signo en sí mismos, y sirven para expresar una concepción específica de cómo debiera ser la sociedad. Por eso vale la pena mostrarnos benevolentes con ellos. Pero este debate requiere tiempo y matices".
Alguno dirá: ¿y de esa forma no estamos prejuzgando que hay profesiones para hombres y para mujeres? ¿Remarcamos que ellos son pilotos y ellas azafatas, que ellos llevan el timón, que el papel de ellas es auxiliar? Es lo que sostiene Eulàlia Lledó, filóloga y autora de varios libros sobre lenguaje y sexismo, el último Cambio lingüístico y prensa (Laertes). "Utilizamos el plural femenino cuando hablamos de profesiones poco prestigiadas. Cuando hay una jerarquía no pasa. Es evidente que una presencia masiva de médicas no cambia cómo nos referimos a la profesión. Si fuera una simple cuestión cuantitativa deberíamos decir también, por ejemplo, profesoras". Esa relación entre sexo y prestigio explica que algunas mujeres insistan en autodenominarse "médico", "ingeniero" o "arquitecto". "Comprendo pero no comparto esa táctica. Cuando la mujer logra ser médica o ingeniera le parece que se devalúa esa condición un poco por el femenino. Es como si pensara: me salgo del cuerpo de mujer para que nadie me juzgue por mi género. Se hacen un flaco favor", explica Lledó.
Un argumento parecido utilizó el Consejo Audiovisual Andaluz al responder la queja de un espectador por el uso de "médicas y enfermeras" en un informativo de Canal Sur. En su resolución, el organismo señalo que la expresión "resulta claramente sexista no por el uso del masculino 'médico' -que podría haberse entendido como un término genérico-, sino por su aparición junto al femenino -y por tanto restrictivo- 'enfermera', constituyendo la oración en sí misma un ejemplo de uso discriminatorio y sexista del lenguaje al estar asociado además a un ámbito profesional con jerarquías definidas, asignándose a los hombres la ocupación de mayor rango o prestigio y relegando a las mujeres a la de menor rango".
¿Y no aceptan los hombres ser parte de "las enfermeras"?, pregunto a Lledó. "Lo sospechoso del femenino que podría englobar también al masculino es que los hombres concretos no quieren incluirse en él. En cuanto hubo azafatos quisieron llamarse de una forma tan antieconómica como tripulantes de cabina o auxiliares de vuelo". Esta filóloga recuerda un ejemplo llamativo: "Los hombres no quisieron ser confundidos con las modistas y se inventaron algo tan horrible como los modistos". Modisto, por cierto, acabó entrando en el diccionario. Como presidenta, son palabras masculinizadas o feminizadas desde su carácter neutro original.
No apoya el uso de "enfermeras", pero esta estudiosa sí ha encontrado "un posible y novedoso uso del femenino para abarcar a un grupo humano compuesto por personas de ambos sexos". Los ejemplos que pone en su último libro son estos: "La primera de los tres catalanes secuestrados por Al Qaeda..."; "Ángela de la Cruz es una de las artistas más influyentes de la actualidad"; o "La reina Sofía visitó a su séptima nieta y futura reina Leonor". Este cambio se está produciendo poco a poco sin que nadie lo advierta, pero en otros tiempos se habría escrito "el primero", "los artistas" y "su séptimo nieto". Porque no se pretende decir que es la primera mujer de los tres, ni que solo se la compare con otras artistas de su sexo, ni que la Reina tenga siete nietas.
El periodista y escritor Isaías Lafuente escribió un interesante artículo en este periódico sobre el lenguaje sexista (Sin peros en la lengua) que le hizo merecedor del Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes. A mi pregunta de si aceptamos "enfermeras", responde: "No creo que la manera de lograr una lengua más inclusiva sea la de adoptar nuevas fórmulas excluyentes. Y parece difícil que los hombres que se dedican a esta profesión se pudieran sentir cómodos dentro del sindicato de enfermeras, aunque sea aún una profesión de mayoría femenina". Porque, argumenta Lafuente, "si en un futuro los hombres fueran mayoría deberíamos, en justicia, volver a la denominación que hoy queremos cambiar en nombre de la igualdad. En casos como este, la denominación de la profesión -enfermería- y no la de los profesionales en el masculino genérico -enfermeros- resulta suficiente para incluir sin forzar la lengua hasta lo inverosímil".
Pero Lafuente tiene otros reproches por sexismo a la RAE: "Más grave me parece que sargenta, cancillera o soldada sean palabras que acoge el diccionario, bien formadas, pues, pero para definir respectivamente a una mujer hombruna, un canal de desagüe y un salario, sin que podamos usarlas conforme a la norma para referirnos a las mujeres que desempeñan esos oficios. Si cambiamos con naturalidad lo evidente, no necesitaremos recurrir a la extravagancia."
Me rindo. No me apoya la RAE, y me temo que tampoco los expertos consultados, en seguir escribiendo "enfermeras" e incluir en esa expresión a los hombres, aunque me consuela la benevolencia de Grijelmo con un uso flexible del idioma. Antes alcaldesa significaba "mujer del alcalde", y no ha sido el diccionario sino la realidad social la que ha cambiado el significado. Sigo resistiéndome a escribir "las enfermeras y los enfermeros" sistemáticamente. Quizás la evolución social desdramatice el uso de un genérico femenino. Desde luego, a ningún varón se le va a caer su hombría por ser incluido en un colectivo que llamamos "enfermeras". Pero aceptamos el temor de Lledó a que con este lenguaje estemos grabando a fuego la idea que la enfermera es ella, pero el médico es él.
Esto sí se lo ruego: no me hagan escribir ATS. Porque, además, ¿son "los ATS", "las ATS"? ¿O tendría que decir "las y los ATS"?
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