de Antonio Civantos,
reseñado en el diario «HOY» de
Badajoz.
Hemingway se confiesa, por M. PECELLÍN LANCHARRO
Emest Hemingway (Oalt
Park, 1899- Katchum, 1961) ha sido uno de los escritores contemporáneos con mayor
reconocimiento, aunque no le han faltado críticos implacables. Galardones como
el Pulitzer y el Nobel, obtenidos poco antes del escopetazo último,
incrementarían la popularidad de quien llevaba decenios en la cresta de la
ola. Pocos autores más mediáticos que el novelista estadounidense, cuya fama
se ocupó él mismo de mantener por múltiples medios. Al éxito justificable de Adiós
a las armas, Fiesta, Por quién doblan las campanas o el escalofriante El
viejo y el mar y muchos de sus cuentos (más las versiones cinematográficas de
los mismos), hay que añadir otros factores mediáticos: la amistad proclamada
de Hemingway, no exenta de fricciones, con célebres colegas (Fitzgerald,
Gertrude Stein, Dos Passos, Faulkner, Ezra Pound, Joyce), astros del celuloide
(Gary Cooper, Marlene Dietrich, Ava Gardner), toreros (Nicanor Villalta,
Antonio Ordóñez, Dominguín); sus hazañas bélicas, venatorias, sanferminescas e
incluso eróticas y etílicas, aireadas en los grandes periódicos y hasta el
apoyo por él prestado a la II República española, el régimen stalinista, la Resistencia
francesa y la revolución cubana –al menos, antes de negarse a seguir siendo el
clásico “compañero de viaje”–, elevaron su celebridad a límites increíbles.
Antonio Civantos
(Trujillo, 1949) figura seguramente entre los lectores más tenaces de todo
Hemingway y de cuanto sobre éste se ha escrito. Autor experimentado (suyas son
las obras La cocina sentimental, Ciro Blume, La luz afilada de los
diamantes, Quappi de rosa, Mientras la noche termina, Hotel París, El
asesino de Venecia), columnista de la agencia Fax Press, ABC y otros, impresiona
la extraordinaria cantidad de conocimientos que maneja un acervo de saberes
imposible de acumular sino tras muchas décadas de dedicación.
Pero lo que habría
podido convertirse en sesuda tesis doctoral o ingente volumen de
investigaciones plurales, pasa a ser obra de creación merced a la fantasía del
novelista trujillano. Su texto nace y se estructura como el conjunto de
confesiones que el propio Hemingway va realizando al autor, sometido al papel
de simple notario, a lo largo de una noche, tiempo suficiente para repasar la vida
entera del único protagonista.
Personaje
poliédrico, contradictorio, misógino, donjuanesco, maníaco depresivo, gorrón,
celoso, solidario, valiente, bisexual, ahora más lúcido y mejor informado que
durante su estancia en la tierra, irá desgranando en primera persona toda su
trama existencial, con las inhibiciones y desgarrones lingüísticos habituales
en su discurso coloquial. Es el recurso utilizado por el novelista para
referir las circunstancias familiares, culturales, sociopolíticas que
conformaron la personalidad de aquel creador tan irreverente como
iconoclasta.
Obras y críticos
Otros dos puntos
serán así abordados al socaire de la supuesta confesión: la diagénesis de
cada una de las obras de Hemingway, postumas incluidas, y el análisis de los
defectos que los críticos literarios, algunos realmente feroces, han lanzado
contra las mismas.
Según cabía esperar,
dadas las relaciones de Hemingway con nuestro país, sobresalen las páginas
que se dedican a España y muy especialmente a dos temas: el de los toros y la
guerra civil, sobre todo el Madrid sitiado. Sin duda, son bastante más
polémicas las opiniones que en torno a los orígenes, desarrollo y resolución
de la tragedia 1936-1939 el novelista pone en boca del suicida declarante,
regresado de ultratumba ya converso, arrepentido de no pocas actuaciones y con
las ventajas que da conocer a posteriori las consecuencias históricas. (Lo
mismo vale decir sobre su visión “actual” de la Rusia soviética o la Cuba
castrista, si bien más fáciles de compartir en ambos casos.)
Novela con excelente
ritmo y rica prosa, bien estructurada, es una auténtica lección de literatura.
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