El maestro ignorante,
de Jacques Rancière
Traducción de Núria Estrach
Belén
Gopegui, en su columna El sí de cada no, en Diagonal Culturas, titulada La igualdad de las inteligencias, nos habla de su lectura de El maestro ignorante, de Jacques
Rancière.
Distingo
a @anfigorey junto
a la boca de metro. Nunca la he visto en persona, sólo la he leído, y ahora la
imagino como es. Del bolsillo de su abrigo sobresale un libro, El maestro ignorante,
de Jacques Rancière.
Días después empiezo a leerlo. Me gusta lo que dice; además, cada vez que lo
abro veo las manos de Anfigorey sobre la cubierta y el texto habla con su voz.
Cuenta la historia de
Jacotot, pedagogo francés exiliado en Holanda, quien en 1817 descubre hasta qué
punto la admisión real y no sólo teórica del principio de la igualdad de las
inteligencias influye en la forma de enseñar. «Es más fácil compararse,
establecer el intercambio social como ese trueque de gloria y menosprecio donde
cada uno recibe una superioridad en contrapartida a la inferioridad que
confiesa.» La explicación, sostiene, no es necesaria para remediar una
incapacidad de comprensión. Al contrario, «esta incapacidad es la ficción que
estructura la concepción explicadora del mundo. El explicador es el que
necesita del incapaz y no al revés». Por eso es posible
enseñar lo que se ignora siempre que se sea consciente de la propia capacidad
intelectual, es decir, de la igualdad de las inteligencias.
La pregunta sobre «si un
sistema de enseñanza tiene como presupuesto una desigualdad a "reducir" o una
igualdad a verificar» no sólo atañe a la pedagogía. Entienden Rancière y
Jacotot que donde cesa la necesidad, la inteligencia descansa. Entienden el
error y la estupidez como una distracción deliberada, fruto del poder impuesto,
las convenciones, la pereza, etcétera. Recuerdan que el reconocimiento de la igualdad
de las inteligencias ha de ser biunívoco. No un vacuo «quien quiere puede»,
sino el poder que surge de juzgarse igual a los demás y juzgar, por tanto, a los demás
iguales a ti.
Si algo tienen las
revoluciones es la capacidad de abrir el espacio cerrado de las necesidades
reales, produciendo situaciones en las que estas necesidades puedan ser
resueltas por cualquiera. El talento es masivo. Y las revoluciones no empiezan en
un solo día. Empiezan a empezar, al principio parecen chispas,
fuegos al aire, estallidos aislados. Luego siguen, «con tantas llamas como
penas», son volcanes. Y usan a su favor los errores de quienes, al juzgarse
superiores a los demás, se confían, se distraen y rebajan su propia
inteligencia.
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