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Doménico Chiappe (Lima, 1970) es coordinador editorial en La Fábrica, imparte clases en el máster ABC- Complutense, además de formar parte del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III. Colaborador habitual de la revista Frontera D, desde sus inicios en la profesión - fue miembro fundador de la revista Primicia y del diario TalCual de Venezuela - se ha dedicado al periodismo de investigación, siendo reconocido con la Mención de Honor en los Premios Iberoamericanos de Unicef y la Agencia Efe. Pero fue al preparar sus talleres de periodismo literario cuando se dio cuenta de la poca bibliografía especializada que existe y, a partir de allí, nació el ensayo Tan real como la ficción (Herramientas narrativas en periodismo), publicado por la editorial Laertes.
¿El periodismo es un género literario?
Sí, porque contar una historia con profundidad e inteligencia es una forma de hacer literatura. El periodismo cuenta con la crónica y el reportaje para reconstruir por medio de la palabra estas historias.
Usted defiende que los recursos de la narrativa le pueden servir al periodista para cautivar al lector. ¿Cuál es la frontera entre la ficción y el retrato "atractivo" de los hechos?
La frontera infranqueable del periodista la traza lo real. El periodismo no fabula ni inventa. Lo que cuenta proviene de la investigación y no de la imaginación. Lo que no quiere decir que la realidad no pueda ser contada con las herramientas técnicas narrativas que han logrado hacer que la ficción cautive.
¿Es lícito convertir las personas en personajes de nuestras historias?
Es inevitable. Una persona posee cientos de cualidades que surgen según las circunstancias y nadie puede trasladar tal complejidad al relato de unos hechos sin elegir unas sobre otras. Al decidir cómo se retrata a esa persona, se le está convirtiendo en personaje. Hay una enorme responsabilidad en esta conversión. Y el periodista tiene que saber que, quiéralo o no, escribir sobre alguien, incluso sobre sí mismo, es convertirlo, convertirse, en personaje.
Asegura que "la única manera de hacer del periodismo un arte literario es a partir de la exploración de la humanidad individual". ¿Cree que los medios han querido explicar la realidad, demasiadas veces, desde los colectivos como si sus integrantes fueran entes homogéneos?
Muchas veces, demasiadas, en los medios leemos o escuchamos terribles generalizaciones, debido a esa tendencia, muy extendida, de tratar a entelequias como si fueran un individuo. En el fondo, es una forma de hacer ficción, lo que les facilita el trabajo, les evita indagar. Pero lo que resulta de esa práctica es un compendio de estereotipos.
Con el 15M, por poner un ejemplo, ¿se pecó de esa generalización?
Los tertuliantes habituales y muchos periodistas insistieron en afirmar que el 15M era un movimiento. Buscaban identificar a un líder que poder atacar. En esta estrategia había una manipulación del lenguaje muy estudiada, que evitaba dirigir a la opinión pública hacia lo que, a mi entender, significó esa protesta callejera y desorganizada: un llamado de atención a todo un sistema político, económico y social dirigido con una mediocridad, autocomplacencia y falta de visión increíble. Ahora hay gente que pretende capitalizar el 15M para ganar votos. Pero el 15M no fue ni siquiera un movimiento. Hubo tantas razones para salir a la calle como personas. De ahí la imposibilidad de consenso a la hora de formular propuestas.
En su libro, también habla de las diferencias entre crónica y reportaje.
Diserto sobre las diferencias entre la clave de ficción y la de realidad, pero también sobre las similitudes entre la crónica y el cuento, en cuanto a constituir el espacio para desarrollar al personaje y el espacio para la singularidad; y entre el reportaje y la novela, en cuanto a su ambición por mostrar un hecho desde múltiples perspectivas y lograr la polifonía. Es una apreciación muy personal, una evolución de estos dos conceptos.
Define tres entidades del texto: narrador, protagonista y focalizador. ¿Se puede romper esta estructura?
Se puede romper la estructura junto a todas las demás reglas. Pero antes hay que dominarlas. Saber lo que se hace y por qué se hace.
Muchas veces se le ha pedido al periodista que actúe como un observador imparcial... Una pretensión que tilda de "necedad"
Todo ser humano es deudor de su cultura. No puede despojarse de sus prejuicios, de su ideología, de su visión del mundo para convertirse en narrador. El que lo diga es un impostor. Mejor asumir, mostrar, ese bagaje con el que se enfrentan los hechos. Yo digo que más que hablar de "objetividad" se debe hablar de "honestidad". Más que de "verdad", de "pluralidad".
En su ensayo explica que "es probable que la figura del corresponsal viva sus últimos días". ¿Cómo han afectado las redes sociales a la profesión?
De muchas maneras. Quizás lo más importante sea que el editor ha perdido autoridad frente a sus lectores. Ya no hay dos o tres que le dicen a una nación qué, cómo y cuándo leer. Ahora hay mucha gente que recomienda temas y enfoques. La gente comienza a buscar el contenido, no la marca. Son tiempos muy duros para los que estaban acostumbrados a que el ciudadano que quería estar informado se dirigía al kiosco y elegía la cabecera de siempre. O encendía la tele y veía el informativo de las 9. Internet y las redes sociales no se puede controlar con tanta facilidad.
En el caso de los corresponsales, yo me alegro de que las tecnologías móviles y satelitales nos permitan saber qué sucede en esas regiones donde los periodistas, cada vez más acomodados, dicen que no pueden entrar. Y creo que pronto la mayoría de corresponsales tendrán que trabajar más o tendrán que buscar otro empleo. Se salvarán los mejores, lo que no temen a internarse en el terreno.
En el periodismo digital el lector puede participar de forma más directa.
En este momento, en las grandes redacciones, persiste el apego al papel. Sus web no son más que migraciones del tabloide. Allí no saben cómo ofrecer contenidos multimedia ni tampoco qué hacer con la enorme y valiosa cantidad de información que reciben de las comunidades digitales, así que el aporte del lector queda muy relegado y no pasa por el editor de contenidos, ni se toma en serio como noticia.
Sin embargo, la inmediatez que prima en la elaboración de los textos hace difícil que se apliquen algunas de las herramientas que propone.
El periodismo impreso ha perdido la batalla por la inmediatez y su rol está en ofrecer contenidos profundos, sesudos análisis y grandes historias. Utilizar las herramientas que propongo para la escritura de la realidad no quita más tiempo a la hora de redactar. Pero sí exige investigación. En los medios, los recursos van a los bolsillos de los consejeros y no se destina a investigar. Así que la materia prima llegue por otros canales, como gabinetes de prensa.
¿Conseguir la firma, escribir desde un estilo propio y reconocible, es uno de los objetivos al que deberíamos aspirar los redactores?
Solo el que aspire que sus escritos sean leídos y, a veces, guardados y, con suerte, releídos.
Cuando utilizamos el diálogo, sea en una entrevista o en una crónica, estamos "imitando" la forma de hablar, pero no reproduciéndola. ¿No existe el riesgo de forzar la interpretación y acabar diciendo algo que el protagonista no ha dicho?
El riesgo siempre existe, incluso sin reconstruir un diálogo, y hay que asumirlo, a menos que quieras ser un simple altavoz.
También podemos utilizar metáforas para explicar mejor algunas realidades. ¿Por qué cree que se utilizan tan poco en los diarios? ¿Las revistas son un mejor hábitat para el periodismo narrativo?
Las revistas, con pocas excepciones como New Yorker o Etiqueta Negra, se han convertido en catálogos de publicidad, cada vez menos encubierta. El hábitat ideal comienza a ser el espacio digital, cuyo territorio se crea a medida que se crean contenidos y no tienen la limitación del "espacio". Allí se consolida el fenómeno que Benjamín Lana llama "el periodista sin medio" y que en Estados Unidos, por ejemplo, comienza a hablar de tú a tú con los grandes diarios.
Díganos alguna técnica básica que utiliza en sus talleres para pasar del estereotipo al arquetipo.
Les propongo que narren a través de la acción, de una acción elegida después de mucha observación, y que le dejen los adjetivos al lector.
Después de la filosofía post estructuralista aún vemos que la mayoría de textos siguen la estructura aristotélica de comienzo, nudo y desenlace. ¿Por qué hay tanto miedo a romperla?
Porque es muy efectiva. Utiliza la cualidad temporal para ordenar los elementos de una historia, los equilibra con naturalidad.
Hablemos del punto de vista. ¿Cómo acertar en el tono y la perspectiva?
Hay que plantearse primero qué se quiere contar y luego cómo. Cada historia funciona mejor con una perspectiva que con otra; necesita un tono específico. Son decisiones que se deben tomar antes de empezar a escribir. Lo ideal es conocer cuáles opciones tiene un narrador y qué matices aporta cada punto de vista, para elegir el más adecuado a las respuestas sobre qué y cómo contar.
Uno de los capítulos de su libro está dedicado a la entrevista. ¿Cómo romper el discurso ya cerrado de alguien que está de promoción y que ha repetido las mismas respuestas cientos de veces en los últimos días?
Sueño con el día en que los medios de comunicación tracen su propia agenda y marginen las entrevistas de promoción al plano que deben tener realmente en el mundo que vivimos: mínimo. Creo que alguien es entrevistable a partir del momento en que deja de vender algo.
En sus conclusiones apuesta por el "seguimiento de la historia cuando deja de ser última hora".
Creo que la noticia se encuentra en la investigación y no en el calendario. Si el periodista corre permanentemente detrás del último suceso y no se queda el tiempo necesario en ninguna parte para profundizar y hacerle seguimiento a un suceso, la noticia siempre dependerá del calendario.
Para concluir, cítenos dos clásicos del periodismo narrativo que le hayan influenciado, y dos periodistas en activo que sigan ejerciendo la profesión como una "literatura de los hechos"
A mis estudiantes les digo que si solo van a leer dos libros de periodismo en su vida que sean Hiroshima de John Hersey, y Despachos de guerra de Michael Herr; aunque a mí, en mis inicios, me influenciaron los libros de Ryszard Kapuscinski y Al pie de un volcán te escribo, de Alma Guillermoprieto.
A pesar de que los periódicos cada día tienen menos qué leer, sigue existiendo una legión de periodistas excelentes. Voy a mencionar a estos dos por tres razones: son muy buenos, defienden el oficio cada día y tengo el privilegio de contar con su amistad: Alfonso Armada y Julio Villanueva Chang.
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