El antropólogo (poco) inocente
El cerdanyolense Joan Riera escribe una guía sobre el país africano de Benín
La legendaria hospitalidad, el fascinante universo del vudú, el ritmo de vida congelado en el tiempo o las chozas levantadas con barro y paja. Benín, país africano de tamaño discreto enclaustrado entre Togo y Nigeria, podría promocionarse como la esencia africana de dimensiones familiares. Su escaso turismo, sin embargo, le reporta menos flujo de visitantes del deseado. Una guía, escrita por el vallesano Joan Riera, destapa sus encantos.
Nigel Barley, un antropólogo con sólidos conocimientos teóricos, se instala en una choza de barro para investigar al pueblo dowayo, al oeste de Camerún. La experiencia le deporta aburrimiento, desastres, enfermedades y hostilidades con los nativos, pero, a cambio, transforma sus vivencias en «El antropólogo inocente», un divertido texto sobre la idiosincrasia de tan apasionante profesión y un referente en la materia. En las antípodas del irreverente británico otro antropólogo, en este caso acunado en Cerdanyola del Vallès y que responde por el nombre de Joan Riera, constituye el reverso de la especialidad.
Guía
Para certificarlo, nada mejor que bucear en la primera guía en castellano de Benín (editorial Laertes), un país africano del tamaño de Portugal ubicado en el golfo de Guinea.
El manual combina consejos, rutas, lugares con encanto y descripciones varias, con bares para refrescar la garganta o alojamiento para todos los gustos. Para aderezarlo, Riera exhibe su rigor científico para aplicarlo en el conocimiento de las etnias, lenguas e historia. Un conjunto que permite escarbar en la historia de África Occidental a partir del ejemplo de Benín, una de las fusiones más clarividentes de las culturas africana y europea.
Como se encarga de definir el propio autor «es una guía intimista y personal sobre este país que amo». Pero ¿qué hace un cerdanyolense del barrio de Montflorit y estudios en la universidad inglesa de Richmond desgranando ritus vudús y tradiciones centenarias? Criado entre las zonas boscosas de Montflorit y el Gimnàs Cerdanyola donde practicaba judo, el personaje en cuestión, en 1991, siendo todavía un niño, viaja con su familia a Camerún para instalarse. Al curioso jovencito le impactan sobremanera la piel brillante y oscura de sus vecinos y el olor a fruta putrefacta. El ritmo de vida pausado y austero de su nueva existencia le recuerda a su Montflorit natal y a las relatos rurales de su abuela. Unas vacaciones estivales en la ciudad costera de Cotonú (Benín), a los 16 años, le permite establecer el primer contacto con la cosmología africana, más allá de su iniciática experiencia en las selvas camerunesas. Decidido a estudiar Sociología y Antropología, Riera apostará posteriormente por combinar su pasión y profesión con el continente negro. Un maridaje que desemboca en sus proyectos de turismo alternativo (www.middle-africa.com), azuzados por esa incondicional fascinación por tan rico legado. Su porte germánico todavía se estremece frente a unas fotografías de escarificaciones, tatuajes o muestras aparentemente decadentes del animismo, manifestándose en un especial brillo en la mirada. Igual que aquel chaval que en el corazón de las tinieblas correteaba semidesnudo con sus amiguitos cameruneses y soñaba, despierto, que algún día emularía a Nigel Barley, pero como un antropólogo (poco) inocente.
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