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Tan real como la ficción de Doménico Chiappe es un libro que todo amante a la literatura y al periodismo de calidad no deberá dejar de leer. El subtítulo del libro nos da la clave sobre lo que va la obra: Herramientas narrativas en periodismo. Si queremos saber qué herramientas son esas y cómo utilizarlas convenientemente, no nos quedará más remedio que tener como cabecera el librito. No se dejen engañar por su tamaño, las esencias y los venenos suelen venir en recipientes pequeños.
Las esencias, porque si viniesen en recipientes enormes no tendríamos dinero para poder pagarlas y los venenos, pues lo mismo y es que leyendo el libro, el veneno de la literatura correrá por nuestras venas. Y si además quieren saber más sobre la materia, se deberán apuntar al curso del Taller Literario que imparte en la librería Fuentetaja. Créanme si les digo que la tentación será enorme después de leerlo.
La obra es casi un libro de texto. En él se estudian los personajes, cómo presentar y cómo elegir al protagonista; el punto de vista desde el que se afronta la obra, quién es el narrador y por qué se debe escribir en primera, segunda y tercera persona; cómo se describe el lugar de los hechos; cuál es su estructura: lineal o circular; cómo se deben afrontar los diálogos; desde dónde se debe afrontar la obra, cuál debe ser el tiempo narrativo y cuáles son los recursos que se deben utilizar; qué es lo que subyuga al lector, lo que hace que leamos o no un libro; cómo se ha de redactar teniendo en cuenta para quién se narra y unas recomendaciones para saber cómo realizar una entrevista.
Como ven, es un tratado interesante y preciso sobre el difícil arte de la escritura. Y todo esto trufado de numerosos ejemplos, ninguna afirmación en el libro es gratuita y todas están lo suficientemente documentadas. Por su escáner han pasado centenares de novelas, millares de reportajes periodísticos y todos ellos han sido diseccionados con el hábil bisturí de la escritura porque, al final, un bolígrafo -ahora ya no, es el teclado con lo que escribimos-, es el bisturí con lo que penetramos en el tejido de nuestros pensamientos y plasmamos el mundo y la vida tal y como la vemos o sentimos.
No es lo mismo escribir un reportaje que una crónica. Ésta es un espacio para la singularidad, aquel para la pluralidad. No es lo mismo un libro de viajes o de crónicas de una guerra que una novela, ésta está más emparentada con la crónica que con el reportaje. En el libro hay muchos ejemplos y quien lo lea sabrá los recursos que utilizan los escritores para captar la atención de los lectores y más ahora que los medios audiovisuales atraen más nuestros sentidos que las páginas blancas de un libro.
La descripción de los personajes y de los ambientes han variado ostensiblemente desde el siglo XIX, en ese siglo estaban acostumbrados a largas descripciones minuciosas y de gran colorido. En la actualidad “un buena descripción que persuada al lector, alterna lo físico con la etopeya; un rasgo visual combinado con otro emocional en la misma línea” (pág.18). Como vemos, la descripción ha cambiado; el lector ya no se somete a esas largas y redundantes descripciones de antaño, en la actualidad queremos acción y ésta se ha de alternar con ella.
Así, en el libro va tratando todas las técnicas narrativas que los autores suelen utilizar y que tienen en la actualidad más predicamento. El punto de vista del narrador es para Chiappe el arma más eficaz de manipulación de la información. Es el narrador en primera persona el que tiene licencia para reflejar opiniones, es la que suele utilizar el cronista y el reportero. El novelista también utiliza la primera persona cuando quiere dar dinamismo a la obra y, como hemos visto, para dar su opinión y punto de vista.
El novelista suele escoger la tercena persona, el narrador omnisciente que ve todo como una cámara objetiva y mantiene una equisciencia mayor, pero es ante todo invisible para el lector; todo lo contrario que cuando relata en primera persona, entonces es visible y con ello puede conseguir mayor empatía con el lector.
La estructura es fundamental en una obra, sea reportaje, crónica o novela. En el reportaje se cuenta cómo afecta el suceso a la vida de quienes se han visto inmiscuidos en él, en la crónica se suele recurrir a la cronología de los sucesos, en la novela es el punto de vista del novelista el que prevalece y en ocasiones utiliza uno u otro recurso según conviene al desarrollo de la obra. La antigua estructura de planteamiento, nudo y desenlace se sigue utilizando, pero se suele romper esa técnica según convenga a los fines del autor, por eso nos encontramos con textos circulares donde el lector es manipulado por los fines del autor a su conveniencia, haciendo resaltar lo que más le interese.
El diálogo es una herramienta fundamentalmente de la novela y también de la crónica. Pero lo que realmente define una obra de ficción es el conflicto, sin él el lector no quedará subyugado por una obra. El conflicto debe existir en las escenas. Éstas, cada vez son más cortas, más visuales y cada escena deberá acabar con un conflicto, es una técnica ya utilizada por los folletines de todas las épocas. Es la mejor herramienta para que enganche un texto al lector.
Estamos pues ante una obra, que bien pudiera ser un manual para cualquier aficionado a la escritura. El texto da muchas claves, pero la fórmula mágica para escribir un texto ha de ser personal. Es la honestidad del autor al enfrentarse con el papel vacío la que prevalece, el proceso de desnudar su alma ante el lector el que le hará elegir si un texto le resulta interesante o no. Chiappe consigue interesar con su texto porque ha desnudado sus conocimientos y los ha puesto al servicio del lector. Quien esté interesado en el proceso creativo, encontrará el texto fundamental para enfrentarse al vértigo de la creación con mayúsculas.
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