lunes, 16 de noviembre de 2009

Reseña sobre Viaje a los países del algodón, de Erik Orsenna

Lluís Vergés, del Diario de Menorca, firma esta reseña sobre el libro Viaje a los países del algodón, de Erik Orsenna.

El ensayo de Orsenna es un entretenida y clara reflexión sobre la
mundialización que se lee como un libro de viajes



El escritor francés Erik Orsenna(París, 1947) nos lleva con su prosa clara y ágil a comprender algunos de los problemas y contradicciones de la mundialización fijando su foco en un solo producto: un arbusto de flores blancas, cuyas suaves fibras son ideales para fabricar ropa y se tiñen con facilidad y permanencia. “Viaje a los países del algodón’ es un innovador libro que mezcla los géneros del ensayo y el libro de viajes y que nos permite ver que las múltiples interconexiones económicas de nuestro planeta no son cosa de hoy. Orsenna asegura que desde hace años quería hacer el gran viaje a los países del algodón. “Algo me decía –afirma– que, siguiendo los caminos del algodón, de la agricultura a la industria textil pasando por la bioquímica, de Koutiala (Malí) a Datang (China), pasando por Lubbock (Texas), Cuiabá (Mato Grosso), Alejandría, Taskent y el valle de Vologne (Francia, departamento de los Vosgos), comprendería mejor a mi planeta. Los resultados de esta larga investigación fueron más allá de mis esperanzas”.

El autor de ‘La exposición colonial’, Premio Goncourt 1998, y otras novelas comienza su periplo en el corazón de África Occidental donde visita al pueblo Dogon. Los dogones, dice, son famosos por sus máscaras geométricas y gigantescas, por sus graneros puntiagudos aferrados a la pendiente escarpada de un acantilado y por su cosmogonía, una de las más ricas, graciosas, complejas y poéticas jamás inventadas por los seres humanos. Un pueblo de Burkina Faso se dedica por entero al cultivo del algodón. Antes todo lo que se recogía se quedaba en el poblado y era en el poblado donde se lo tejía y lo teñía. Hoy, apenas recogido, desaparece. Y sólo reaparece bajo forma de camiseta al cabo de un muy lejano viaje.

En otro lugar de África, Malí Orsenna observa que la ropa donada por europeos a las ONG provoca que en este país gran productor de algodón no exista una industria textil. La siguiente etapa del viaje es Estados Unidos para conocer el país donde se dictan las normas del comercio mundial. Allí el poderoso lobby del algodón ha conseguido implantar un arancel en el corazón del mayor defensor del libre comercio.

Desde allí visitamos Brasil, la granja del futuro, y asistimos a los esfuerzos de Brasilia para derrotar el sistema de subsidios de Estados Unidos a los agricultores. El Gobierno brasileño logró vetar las barreras comerciales para imponerlas en su país al cabo de cuatro meses debido a la invasión de los productos chinos. Los comerciantes egipcios de Alejandria, las granjas intervenidas estatalmente en Uzbekistán y un pueblo de China dedicado a producir los calcetines que se llevan en casi todo el resto del mundo son otras de las etapas de este pequeño tratado de la mundialización.

Con un estilo claro y elegante (pese a una traducción con alguna deficiencia), con notas sobre los lugares visitados y conversaciones con algunos personajes, Orsenna nos cuenta una historia que comienza en la noche de los tiempos con un hombre que repara en un arbusto cuyas ramas terminan en copos blancos. Ya Alejandro Magno encontró en el 326 antes de Cristo a pueblos del valle del Indo que vestían unas ropas más ligeras que las suyas. “Viaje a los países del algodón” es un libro que merece más eco del que está teniendo en España.

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