lunes, 16 de junio de 2008

Dos nuevas joyas en las Aventuras de Laertes


La tragedia del Korosko
—Sir Arthur Conan Doyle

Un grupo de pacíficos y singulares turistas se ven sorprendidos en su excursión por el Nilo por una banda de integristas islámicos y son secuestrados. El grupo de cautivos es heterogéneo y, aunque menos, también lo son sus secuestradores. A partir de este hecho, Sir Arthur Conan Doyle elabora La tragedia del Korosko, una novela de aventuras que es maestra en su género y que leída en el siglo XXI adquiere unos sorprendentes tintes premonitorios de los peligros que acechan a los turistas occidentales que se adentran en zonas remotas del Oriente medio.

El itinerario que describe Conan Doyle es además de descriptivo, informativo, los elementos históricos están presentes. El paisaje se incorpora en el relato con corporeidad, su belleza impresiona, pesa; las noches estrelladas del desierto pueden ser opresoras o bien esperanzadoras, y los personajes forman parte de la espléndida galería doyleniana, en la que si en la sala principal tenemos a Sherlock Holmes y Watson, en las adyacentes debemos incorporar, haciendo compañía a los profesores Challenger y Maracot, a los pasajeros del Korosko, que conforman un mosaico de personalidades arquetípicas de los países de origen de los secuestrados; la caprichosa norteamericana Sadie Adams, el veterano coronel Cochrane, el tocanarices de Monsieur Fardet, los irlandeses Sres. Belmont...



Planilandia
Edwin A. Abbot



¿Cómo sería la existencia en un mundo de dos dimensiones? ¿Y de una sola? ¿Y de ninguna dimensión? Y, por encima de las tres dimensiones, ¿existen espacios de 4, 5, 10 o más dimensiones? Y, si existen, ¿se puede conectar con ellos?

En Planilandia, la fantasía matemática se entrecruza con otro género: el de la sátira social (en su variante de viajes imaginarios en clave cómica, en la línea de Rabelais o Swift). La crítica social aquí alcanza mucho más allá de la sociedad victoriana que constituía su blanco directo. La condición plana del mundo de Planilandia, y la consiguiente imposibilidad, para las figuras planas que lo habitan, de mirar hacia arriba o hacia abajo, funcionan como una eficaz metáfora para la representación satírica de la estrechez de miras de una sociedad regida por una elite satisfecha de sí misma, cuyo prestigio se basa en la desigualdad institucionalizada. Las posiciones de Edwin A. Abbott, favorables a la completa emancipación de la mujer, a una igualdad universal de derechos cívicos cuya consecución comportaría el derrocamiento de las capas sociales dirigentes, y a la instauración de una democracia popular sustentada por el (entonces todavía lejano) sufragio universal, podrían ser suscritas desde las posiciones sociopolíticas más avanzadas de la actualidad.

Al cabo, pues, de más de un siglo de su primera publicación, Planilandia es un imprescindible relato de desbordante ingenio matemático al tiempo que aguda sátira social.

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