Nos permitimos reproducir aquí algunos fragmentos que un lector y blogger argentino escribió tras su visita a la Feria del libro de Buenos Aires, en los que hace referencia a Hollywood, el Pentágono y la Casa Blanca, y La hipótesis del cine.
Queremos agradecer desde aquí las palabras de Don Bigote.
[...]Gracias a la Feria del Libro, llegaron a mis manos otros dos libros editados por la barcelonesa Laertes. Uno es Hollywood, el Pentágono y la Casa Blanca, un texto que había conocido en su original francés y que está perfectamente volcado al castellano por María Valeria di Battista. Es la obra de Jean-Michel Valentin, un señor que se dedica a estudios estratégicos y al análisis de la política militar global. Y que, por añadidura, es un cinéfilo. Resulta que en el libro analiza diversos estadios de lo que llama “cine de seguridad nacional”, algo así como un paraguas para los géneros más variados, desde la acción a la comedia, y que le permite delinear la estrategia de producción de imágenes e ideología a través del cine. Lo mejor del libro es que no se trata de algo condenatorio, sino de una inteligente manera sesgada de ver las películas, respetando lo que es propio del arte cinematográfico. Es decir: no es que dice “los yanquis hacen esto para convencernos de aquello” sino que se mete en la puesta en escena de cada película y analiza las relaciones entre la elección de la puesta en escena y las ideas que rodean, fuera del cine, la producción de cada film. Traten de conseguirlo (en España cuesta 15 euros; aquí se consigue en la Feria, aclaro que hay pocos ejemplares) porque vale la pena ver cómo se puede hacer crítica de cine desde un lugar que no es, precisamente, ese gueto de la crítica de cine. Y aparte es una manera de responder a la pregunta del título de este post.
El otro libro de Laertes es traducción de un texto del francés Alain Bergala y se llama La hipótesis del cine. Bergala escribe en Cahiers du Cinéma y, desde hace mucho tiempo, se dedica a enseñar cine en las escuelas primarias y secundarias. Sin ser un académico, Bergala utiliza lo que sabe como crítico para explicar algo que, aunque de Perogrullo, parece que nadie ha pensado: no sirve enseñar películas malas. No sirve ni siquiera para explicar lo malas que son –y por contraste crear la idea de “buena película”-, ni sirve porque sea “importante el tema que trata”. Es decir, no sirve pasar La Historia Oficial. Lo que sirve es pasar buenas películas y acercarse al arte como lo que el arte es, algo excepcional, disruptivo y en última instancia subversivo. Algo que es una excepción y no una regla, algo que no puede –el arte, claro- reducirse a los estrechos márgenes de una currícula.Bergala defiende la formación del gusto a través de las buenas películas, a que el joven que se acerca a un film por primera vez sepa comprender la belleza de las elecciones que lo constituyen, que pueda ver la fuerza de las imágenes y los sonidos por su complementación en la pantalla y no por algo que está fuera del cine. Para Bergala, no sirve ver un mal documental sobre Bach para que un chico aprenda a apreciar la música de Bach. Lo útil es ver Los 400 golpes, o Dónde está la casa de mi amigo, o Los 39 escalones, o Más corazón que odio. O —esto lo agrego yo— Pinocho, pero no por lo que “enseña” sino por lo que es. El cine sirve entonces para despertar, también, el gusto por la belleza. También lo consiguen con un poco de suerte en la Feria.
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